En la quietud del Valle del Alagón, donde el tiempo parece haberse detenido entre olivos centenarios, escribimos una nueva página de esta historia que comenzó hace dos mil años. Aquí, donde los íberos blandían sus caetras para proteger lo esencial, hoy nosotros levantamos otro escudo: 1.600 olivos de Manzanilla Cacereña que guardan en sus raíces el alma de Extremadura. Este proyecto nace de una verdad simple pero profunda: que el futuro más prometedor es aquel que sabe escuchar al pasado. Cada uno de estos árboles, plantados en 2016 sobre las antiguas dehesas transformadas en regadío durante los años 50, es un acto de fe en nuestra tierra. Cultivados bajo técnicas sostenibles, representan la perfecta armonía entre tradición e innovación.

La certificación de Producción Integrada que hoy nos avala y la futura conversión a ecológico no son meros trámites, sino promesas cumplidas a la tierra. La Manzanilla Cacereña, variedad autóctona que lleva siglos adaptándose a este territorio, se convierte en nuestro mejor embajador. Y ese manejo respetuoso que practicamos no es una técnica, sino un modo de entender la vida. Cada árbol es testigo de nuestro compromiso con una agricultura que potencia la biodiversidad y respeta los ciclos naturales.

En un mundo que sacrifica lo auténtico en el altar de lo inmediato, ofrecemos algo radicalmente diferente: la certeza de un origen, la transparencia de un proceso y los resultados medibles de una sostenibilidad real. Porque sabemos que el verdadero valor no se mide sólo en cosechas, sino en generaciones.

Esta es la paradoja que nos define: ser tan modernos como ancestrales. Mantener viva una tradición agrícola milenaria con las técnicas más avanzadas. Demostrar cada día que rentabilidad y respeto medioambiental no son caminos divergentes. El proyecto Caetra es más que un olivar. Es un puente entre ayer y mañana, entre memoria y progreso. Una invitación a quienes, como nosotros, creen que los mejores frutos son aquellos que saben a raíces. A los que entienden que en tiempos de incertidumbre, no hay mejor escudo que la autenticidad.

Invitamos a distribuidores, inversores y partners a unirse a esta visión. A quienes valoran el origen auténtico, buscan impacto positivo demostrable y apuestan por productos con historia y futuro. Porque cuando la tradición se cultiva con visión innovadora, el resultado es un futuro que sabe a verdad.

Porque al final, todo se reduce a una verdad tan antigua como estos olivos: la tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra. Y es nuestro deber honrar ese pacto sagrado.